SOBRE LA UTILIDAD Y EL PERJUICIO DE LA HISTORIA PARA LA VIDA (PRIMERA PARTE)

LA SEGUNDA INTEMPESTIVA DE NIETZSCHE:


Desde joven, Nietzsche tuvo la perspectiva de ver al filósofo como una suerte de “médico de la cultura”. Su propia filosofía puede ser vista como un diagnóstico de la enfermedad de la época y la busca de una curación. En “El origen de la tragedia” (1872), Nietzsche puso sus esperanzas en el resurgimiento de la cultura alemana a través del modelo griego y la música de Richard Wagner.

Su segunda obra, las “Consideraciones intempestivas”, consiste en cuatro ensayos publicados separadamente entre 1873 y 1876, en las que aborda la cuestión de la cultura desde diversas perspectivas.

La 2da de las intempestivas fue publicada en 1874, y se titula “Sobre la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida” o “Ventaja y desventaja de la historia para la vida”. Los pensamientos de Nietzsche pretenden ser intempestivos, unzeitgemäss: “es decir, actuar contra su tiempo y, de esa manera, sobre su tiempo y, espero, a favor de un tiempo por venir”.

Es importante destacar que ser intempestivo implica, para Nietzsche, una negación de las llamadas verdades eternas. Esto no es incompatible con la constante referencia que, sobre todo en esa época, Nietzsche hace al mundo antiguo. Para él, la confrontación del presente con el mundo griego tenía una connotación profundamente crítica. Nietzsche creía que para renovar la cultura alemana de su tiempo, era imprescindible medirse con la antigüedad griega.

Este ensayo, como sugerimos al comienzo, ocupa un lugar central en la etapa de la vida dedicada a la “crítica de la cultura”, de acuerdo a la periodización que del pensamiento de Nietzsche hace Pierre Klossowski.

La crítica de Nietzsche al historicismo comporta también una crítica a Hegel. En la última parte del ensayo, Nietzsche se refiere a un “celebérrimo filósofo” y continúa diciendo que “creo que no ha habido un punto de cambio peligroso en el progreso de la cultura alemana en este siglo que no se haya vuelto más peligroso por la enorme y aún viva influencia de esta filosofía hegeliana”.

El hegelianismo establece cierta preminencia de la historia sobre otros poderes espirituales como el arte o la religión. Nietzsche en cambio no cree que la historia sea un proceso racional sino muchas veces ciego, demente e injusto.

El ensayo comienza con una comparación entre la vida animal y la vida humana: los animales están dotados de la capacidad de olvidar, y dejan de recordar un momento apenas pasa. No recuerdo bien si era Platón o Aristóteles quien narraba que la diferencia entre un caballo y un ser humano era que si al caballo le impactaba una piedra inmediatamente empezaba a correr, mientras que el ser humano tendía a buscar la causa, a mirar de dónde venía la piedra.

Hay algo de la alegría despreocupada del niño en los animales, que recuerda un poco la última de las tres transformaciones del Zaratustra: del camello al león y del león al niño. El niño juega inocente porque de algún modo carece de historia.

El ensayo comienza del siguiente modo:

"Contempla el rebaño que pasta delante de ti: ignora lo que es el ayer y el hoy, brinca de aquí para allá, come, descansa, digiere, vuelve a brincar, y así desde la mañana a la noche, de un día a otro, en una palabra, atado a la inmediatez de su placer y disgusto, en realidad atado a la estaca del momento presente y, por esta razón, sin atisbo alguno de melancolía o hastío. Ver esto se le hace al hombre duro, porque él justo se vanagloria de su humanidad frente a la bestia y, sin embargo, fija celosamente su mirada en su felicidad”.

Como bien destaca Germán Cano, este fragmento de Nietzsche está inspirado en el poema “Canto nocturno de un pastor en Asia”, compuesto por un autor que él admiraba mucho, Giacomo Leopardi.

En este punto uno podría sugerir que hay técnicas para ejercitar la memoria, pero no para motivar el olvido: esforzarse por olvidar refuerza el recuerdo.

Lo cierto es que para Nietzsche el animal vive de manera (unhistorisch) no histórica, y por eso no puede ser otra cosa que sincero. El hombre, en cambio “intenta levantarse con todas sus fuerzas de ese gran y pesado lastre que es su pasado”.

 

  

Ya desde sus primeros trabajos como filólogo, Nietzsche siempre se mostró despreciativo hacia la erudición vacía de aquellos científicos filisteos que quieren devorar todos los libros sin digerir lo que están leyendo. El docto, según Nietzsche:

 

 

"(...) que en el fondo no hace ya otra cosa que 'revolver' libros -el filólogo corriente, unos doscientos al día- acaba por perder íntegra y totalmente la capacidad de pensar por cuenta propia. Si no revuelve libros, no piensa. Cuando piensa responde a un estímulo (un pensamiento leído), al final lo único que hace ya es reaccionar. El docto dedica toda su fuerza a decir sí y a decir no, a la crítica de cosas ya pensada; él mismo ya no piensa. El instinto de autodefensa se ha reblandecido en él; en caso contrario, se defendería contra los libros. El docto, un décadent. Esto lo he visto yo con mis propios ojos: naturalezas bien dotadas, con una constitución rica y libre, ya a los treinta años 'leídas hasta la ruina', reducidas ya a puras cerillas, a las que es necesario frotar para que den chispas 'pensamiento'". (Ecce Homo, Porqué soy tan listo, 8).

 

¿Existen sabios idiotas? Por supuesto que sí. Los sabios idiotas son pensadores idiotizados por el mismo pensamiento, por el ejercicio obsesivo y brutal de pensar todo el tiempo, a tal punto que el pensamiento más profundo y la idiotez más boba se funden en el horizonte.

Recordemos que en la primera de las intempestivas, contra David Strauss, Nietzsche habla del “Bildungsphilister” –el “culti-filisteo”- aquél que cree ser culto y formado en cuestiones artísticas cuando en realidad no lo es, o es su opuesto. Para Nietzsche, el cultifilisteo vende por cultura lo que no es cultura: una cultura meramente reproductiva en lugar de arte, en lugar de una cultura productiva.

 

Retomando, digamos que a lo largo de toda la intempestiva es muy palmaria la alusión a la escritura estoica de los “hypomnemata”, como bien destaca Cano: “La comparación de las metáforas del cuerpo y de la digestión, desarrolladas posteriormente en este ensayo, con la cuestión de ‘la escritura de sí’ era un tema muy común en Séneca. La escritura, por tanto, y el trabajo de uno mismo con uno mismo han de transformar las cosas vistas u oídas ‘en fuerzas y en sangre’ (in vires, in sanguinem), como afirmaba Séneca en sus “Cartas a Lucilio”.

 

El exceso de conocimiento y de historia, sobre todo en espíritus vulgares, termina siendo una suerte de indigestión. Nietzsche lo dice abiertamente:

“(…) existe un grado de vigilia, de rumia, de sentido histórico, en el que se daña lo vivo para, finalmente, quedar destruido, tanto en un pueblo, en una cultura o en un hombre”.

La tesis del libro de Nietzsche es la siguiente: “que lo ahistórico y lo histórico son en igual medida necesarios para la salud de un individuo, de un pueblo o de una cultura”.

Lo ahistórico es, para Nietzsche, una suerte de atmósfera envolvente que permite que la vida se desarrolle, que no se “ahogue”.

 

 

 

Es muy probable que el excepcional cuento de Borges, “Funes el memorioso”, haya sido originado en la lectura de la segunda intempestiva: si uno lee ambas obras, las similitudes son flagrantes, e incluso Borges lo cita explícitamente. Nietzsche nos propone que imaginemos:

 

"(...) el caso extremo de un hombre al que se le hubiera desposeído completamente de la fuerza de olvidar, alguien que estuviera condenado a ver en todas partes un devenir. Ese hombre no sería capaz de creer más en su propia existencia, ya que vería todas las cosas fluir separadamente en puntos móviles. Se perdería así en esta corriente del devenir. (...) Y es que en toda acción hay olvido, de igual modo que la vida de todo organismo no sólo necesita luz sino también oscuridad".

 

Es cierto que, hasta donde recuerdo, el padre de Borges le hizo conocer tempranamente la filosofía de William James, quien en su Principles of psychology (1890), dijo que "el principal trabajo de la memoria es olvidar". De todos modos sigo creyendo que Borges se inspiró principalmente en Nietzsche, sobre todo porque ya desde chico leía bastante bien el alemán. Disculpen por el paréntesis erudito, pero eso de que Borges decidió enseñarse el alemán a sí mismo, para leer a Schopenhauer, es en parte un mito retrospectivo y tardío que él cuenta de sí mismo: de chico fue a un bachillerato en Ginebra, en donde el alemán era obligatorio. Además, entre 1920 y 1923 tradujo del alemán al castellano a diversos poetas expresionistas alemanes.

 

 

 

En fin, para quienes no lo recuerdan,  el personaje principal del cuento de Borges, llamado Ireneo Funes, en determinado momento tiene un accidente: se cae de un caballo y pierde la capacidad de olvidar. La caída lo dotó de la visión profética de "un Zaratustra cimarrón y vernáculo"; lo pensado una sola vez ya no podía borrársele.

 

Había vivido diecinueve años como cualquiera de nosotros: miraba sin ver, oía sin oír, se olvidaba de casi todo. Luego de la caída, perdió el conocimiento, y cuando lo recobró, "el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido, y también las memorias más antiguas y más triviales".

 

Relatar los acontecimientos de un día podía llevarle el día entero. "Me dijo: 'Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo'. Y también: 'Mis sueños son como la vigilia de ustedes'. Y también, hacia el alba: 'Mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras'".

 

De algún modo, ese "vaciadero de basuras" del que habla Borges, es la prefiguración metafórica de Internet, con su inagotable fuente de información superflua.

Era incapaz de ideas generales, de conceptos platónicos:

 

"No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez".

 

Funes podía advertir el paulatino avance de una carie, de una mancha de humedad, de la corrupción del cuerpo, de la vejez.

 

Si la cultura es un conjunto complejo de interpretaciones que organizan de manera selectiva nuestra forma de darle sentido al mundo, pese a su erudición -su memoria prodigiosa le permitía aprender el arduo estudio del latín en una tarde- , Funes no era un hombre "culto".

 

Volviendo al ensayo de Nietzsche, es importante destacar que en el prefacio hay una cita de Goethe que es muy ilustrativa: “Por lo demás, me es odioso todo aquello que únicamente me instruye, pero sin acrecentar mi actividad o animarla de inmediato".

 

¿Hasta qué punto nutrirse de información vivifica, y hasta qué punto ahoga nuestra capacidad de acción, de creación de nuevos valores?

 

Aunque Nietzsche reconoce que los estudios históricos son imprescindibles para la comprensión del mundo, advierte que su excesivo predominio por sobre otras formas de conocimiento o experiencia "perjudica al ser vivo y termina por anonadarlo, se trate de un hombre, de un pueblo o de una civilización". Así como la memoria prodigiosa convierte a Funes prácticamente en un muerto en vida, Nietzsche señala que los estudios históricos que quedan reducidos a meros fenómenos de conocimiento están muertos para quien los estudia.

Más adelante, Nietzsche sugiere una clasificación tripartita, donde dice que puede distinguirse entre una historia “monumental”, una “anticuaria” y una “crítica”. En otras palabras, la historia pertenece al ser bajo tres aspectos, porque es activo y aspira, porque conserva y venera, porque sufre y tiene necesidad de consuelo.

La intención de Nietzsche es valorar estos tres tipos de hacer historia para ver en qué pueden ser favorables a la vida y en qué no.

La historia monumental enseña que si lo grande ha sido posible en el pasado, puede ser posible en el futuro. Sin embargo, el defecto de la historia monumental es que puede terminar por hacer que “los muertos” sean quienes entierren a “los vivos”. Esta clasificación puede ser puesta en relación con la primera intempestiva, en la que el filisteo se relacionaba con los autores clásicos con tanta veneración que no era capaz sino de copiar y no producir nada propio. Este tipo de personas, los “cultifilisteos”, pueden dificultarles el camino para desarrollarse a personas artísticamente dotadas y creativas.

En cuanto a la historia “anticuaria”, es importante destacar que Nietzsche era filólogo, y no despreciaba el estudio de los grandes ejemplos del pasado. Como discípulo de Burckhardt y por su formación filológica, comprendía que el trabajo sobre los grandes documentos del pasado era esencial para el desarrollo de la cultura de su tiempo.

Sin embargo, “el sentido anticuario de un hombre, de una comunidad o de todo un pueblo posee siempre un limitadísimo campo de visión. No percibe la mayor parte de las cosas, y lo poco que ve lo ve demasiado cercano y aislado; no es capaz de medirlo y, por tanto, lo considera todo de igual importancia. Es decir: atribuye a lo singular una importancia excesiva”. Esa veneración constante le impide jerarquizar, porque por todas partes mira a los documentos del pasado como igualmente dignos de veneración.

Nos dice Nietzsche que “cuando se petrifica el sentido de un pueblo de tal modo, cuando la historia sirve a la vida pasada socavando la vida posterior y suprema, cuando el sentido histórico no conserva ya la vida, sino que la momifica, entonces muere el árbol de manera antinatural: pereciendo lentamente de la copa a las raíces, para, finalmente, atacar a la misma raíz”.

La historia “crítica” es necesaria porque el hombre, para poder vivir, debe tener la fuerza de destruir y liberarse del pasado. La historia crítica, que juzga y condena, es para Nietzsche una suerte de parálisis momentánea de esa necesidad de olvido de la que hablaba al comienzo de su intempestiva.

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