SOBRE LA UTILIDAD DE LA HISTORIA PARA LA VIDA: BORGES, NIETZSCHE Y LA NECESIDAD DE OLVIDAR
Los
recuerdos que más nos emocionan son los de olores y gustos, porque suelen estar
rodeados de abismos de olvido: hay que oler el mismo olor para recordar un
olor, hay que sentir el mismo gusto para recordar un gusto (no ocurre así con
imágenes y sonidos). Esto es algo que me enseñó Marcel Proust, pero también
Borges. Uno pasa por un bosque, de repente le llega el olor infinito de los
eucaliptos, y esa fragancia le recuerda un momento particular en la infancia. ¡Con
qué emoción volvemos a oler el mismo olor que por última vez olimos en tiempos
lejanos, en lugares a los que nunca volveremos!
Es
muy probable que el excepcional cuento de Borges, Funes el memorioso, haya sido
originado en la lectura de la segunda de las "Consideraciones
intempestivas" de Nietzsche: Sobre la utilidad y el perjuicio de la
historia para la vida. Si uno lee ambas obras, las similitudes son flagrantes,
e incluso Borges lo cita explícitamente. Nietzsche nos propone que imaginemos:
"(...)
el caso extremo de un hombre al que se le hubiera desposeído completamente de
la fuerza de olvidar, alguien que estuviera condenado a ver en todas partes un
devenir. Ese hombre no sería capaz de creer más en su propia existencia, ya que
vería todas las cosas fluir separadamente en puntos móviles. Se perdería así en
esta corriente del devenir. (...) Y es que en toda acción hay olvido, de igual
modo que la vida de todo organismo no sólo necesita luz sino también
oscuridad".
Es
cierto que, hasta donde recuerdo, el padre de Borges le hizo conocer
tempranamente la filosofía de William James, quien en su Principles of
psychology (1890), dijo que "el principal trabajo de la memoria es
olvidar". De todos modos sigo creyendo que Borges se inspiró
principalmente en Nietzsche, sobre todo porque el tipo ya desde chico leía bastante bien
el alemán. Disculpen por
el paréntesis erudito, pero eso de que Borges decidió enseñarse el alemán a sí
mismo, para leer a Schopenhauer, es en parte un verso: de chico fue a un
bachillerato en Ginebra, en donde el alemán era obligatorio. Además, entre 1920 y 1923 tradujo del alemán al castellano a diversos poetas expresionistas alemanes.
En fin, para quienes
no lo recuerdan, el personaje principal
del cuento de Borges, llamado Ireneo Funes, en determinado momento tiene un
accidente: se cae de un caballo y pierde la capacidad de olvidar. La caída lo
dotó de la visión profética de "un Zaratustra cimarrón y vernáculo";
lo pensado una sola vez ya no podía borrársele.
Había
vivido diecinueve años como cualquiera de nosotros: miraba sin ver, oía sin
oír, se olvidaba de casi todo. Luego de la caída, perdió el conocimiento, y
cuando lo recobró, "el presente era casi intolerable de tan rico y tan
nítido, y también las memorias más antiguas y más triviales".
Relatar
los acontecimientos de un día podía llevarle el día entero. "Me dijo: 'Más
recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que
el mundo es mundo'. Y también: 'Mis sueños son como la vigilia de ustedes'. Y
también, hacia el alba: 'Mi memoria, señor, es como vaciadero de
basuras'".
De
algún modo, ese "vaciadero de basuras" del que habla Borges, es la
prefiguración metafórica de Internet, con su inagotable fuente de información
superflua.
Recuerdo
un texto de Hernán Casciari, Los bloggers muertos no van al cielo, en el que el
tipo imagina que "un día, dentro de unos treinta o cuarenta años, internet
estará lleno de blogs a los que se les habrá muerto el dueño. Bitácoras a la
deriva del tiempo, textos inconclusos que acabarán diciendo 'mañana les cuento
algo que me ha causado mucha gracia'. Y después nada. Después un silencio
eterno. Los lectores no sabrán nunca que el blogger ha muerto. Los lectores
pensarán que se ha cansado, o que le han cortado la banda ancha, o que ya no
quiere escribir. La muerte rondará en silencio, congelando las historias
cotidianas, cortando la continuidad del home, confundiendo al caché de Google.
Esta
bitácora, sin ir más lejos, esta misma que ahora escribo y ustedes leen, un día
de este siglo será la bitácora de un muerto. Es extraño decirlo de este modo, e
incluso redactarlo naturalmente, pero es la puta verdad".
En
fin, me fui un poco por las ramas. Retomando, esa imposibilidad de olvidar le
dificultaba a Ireneo Funes la capacidad de pensar, que implica abstraer
diferencias, jerarquizar, sopesar, juzgar.
Era
incapaz de ideas generales, de conceptos platónicos:
"No
sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos
individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el
perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el
perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus
propias manos, lo sorprendían cada vez".
Funes
podía advertir el paulatino avance de una carie, de una mancha de humedad, de
la corrupción del cuerpo, de la vejez.
Si
la cultura es un conjunto complejo de interpretaciones que organizan de manera selectiva
nuestra forma de darle sentido al mundo, pese a su erudición -su memoria
prodigiosa le permitía aprender el arduo estudio del latín en una tarde- ,
Funes no era un hombre "culto".
En
el prefacio de Sobre la utilidad..., Nietzsche comienza con una cita de Goethe:
"Por lo demás, me es odioso todo aquello que únicamente me instruye, pero
sin acrecentar mi actividad o animarla de inmediato".
La
intención del pensador alemán es abordar la utilidad del estudio de la historia
para la vida. ¿Hasta qué punto nutrirse de información vivifica, y hasta qué
punto ahoga nuestra capacidad de acción, de creación de nuevos valores?
Aunque
Nietzsche reconoce que los estudios históricos son imprescindibles para la
comprensión del mundo, advierte que su excesivo predominio por sobre otras
formas de conocimiento o experiencia "perjudica al ser vivo y termina por
anonadarlo, se trate de un hombre, de un pueblo o de una civilización".
Así como la memoria prodigiosa convierte a Funes prácticamente en un muerto en
vida, Nietzsche señala que los estudios históricos que quedan reducidos a meros
fenómenos de conocimiento están muertos para quien los estudia.
No
quiero extender mucho más el posteo. En otro momento me gustaría abordar más en
profundidad la segunda intempestiva; me pareció que el cuento de Borges, por su
belleza y brevedad, podía hacer las veces de una muy buena introducción.
En
otro momento la sigo, estoy escribiendo un viernes a la noche y necesito
olvidar para dormir mejor.
¡Sean
felices!
Rodrigo
Hola Rodrigo, un placer leerte. Seguís vivo?
ResponderBorrarJaja sí claro, estoy vivo! Tengo que volver a escribir más seguido en este blog.
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