LA BIBLIOFILIA DE NIETZSCHE Y SU PASIÓN POR CONOCER
De
modo semejante a lo que nos acontece cuando tragamos más comida de la que
podemos digerir, la lectura excesiva de algunas obras y/o de algunos autores complejos, en vez de
servirnos de estímulo para transformar la realidad o transformarnos a nosotros
mismos, nos puede caer pesada al punto de petrificarnos en la comodidad del
sillón.
La
erudición obsesiva engendra cierta nostalgia de la acción. Es la
"proeza" que tienta al doctor Fausto a salir de la prisión hacia el
ancho mundo. Los padecimientos del "erudito absoluto" constituyen un
caso aparte: el intelectual influyente que padece el cáncer de la vacía
"santidad del mínimo detalle", al decir de William Blake. Su
monomanía lo lleva a desinteresarse de la utilidad social del hallazgo, del
dinero e incluso de los resultados. El archivista, el monografista, el
anticuario, imbuido por una fascinación casi morbosa, puede ser indiferente
también a las fastidiosas exigencias de la justicia social, de la vida
familiar, de la conciencia política y de la humanidad sufriente.
Nietzsche,
cuya pasión casi enfermiza por la lectura lo llevó a tomar decisiones extremas
como elegir ciudades para vivir de acuerdo a si tenían o no buenas bibliotecas
y librerías, hace suya en los Nachlass la frase de Cicerón, para quien "si
tienes un jardín con biblioteca, no necesitas nada más" (si hortum cum
bibliotheca habes, nihil deerit). (1).
Sin
embargo, fue capaz de criticar impiadosamente el exceso de lectura como una
falta de afirmación en la vida misma:
"El
docto, que en el fondo no hace ya otra cosa que 'revolver' libros -el filólogo
corriente, unos doscientos al día- acaba por perder íntegra y totalmente la
capacidad de pensar por cuenta propia. Si no revuelve libros, no piensa. Cuando
piensa responde a un estímulo (un pensamiento leído), al final lo único que
hace ya es reaccionar. El docto dedica toda su fuerza a decir sí y a decir no,
a la crítica de cosas ya pensada; él mismo ya no piensa. El instinto de
autodefensa se ha reblandecido en él; en caso contrario, se defendería contra
los libros. El docto, un décadent. Esto lo he visto yo con mis propios ojos:
naturalezas bien dotadas, con una constitución rica y libre, ya a los treinta
años 'leídas hasta la ruina', reducidas ya a puras cerillas, a las que es
necesario frotar para que den chispas 'pensamiento'". (Ecce Homo, Porqué
soy tan listo, 8).
Antes
de seguir con Nietzsche, vuelvo a una cuestión que más de una vez preocupó al
crítico literario estadounidense George Steiner. El autor de Gramáticas de la
creación, haciendo referencia al profesor Anthony Blunt, una persona de
extraordinaria inteligencia y erudición, se pregunta cómo alguien semejante fue
capaz de volverse un espía soviético durante la Guerra Fría:
"El
erudito absoluto es, en realidad, un ser bastante raro. Está imbuido de la
conclusión de Nietzsche según la cual el interés por algo, el interés absoluto
por ello, es un impulso libidinal más poderoso que el amor o el odio, más tenaz
que la fe o la amistad; no pocas veces, incluso, más imperioso que la misma
vida personal. Arquímedes no huye de sus asesinos; ni siquiera vuelve la cabeza
para percibir su precipitada entrada en el jardín mientras está inmerso en el
álgebra de las secciones cónicas. (...) Un hombre dedicará toda su vida al
estudio de los fragmentos de la cerámica sumeria; al intento, que produce
vértigo, de clasificar los escarabajos peloteros de un rincón de Nueva Guinea;
al estudio de las pautas de apareamiento de las cochinillas, a la biografía de
un único escritor o estadista, a la síntesis de una sustancia química, a la
gramática de una lengua muerta". (George Steiner en The New Yorker,
"El erudito traidor, 1980).
Volviendo
a Nietzsche, es bueno recordar que desde temprana edad se la pasaba
recomendando a sus amigos una gran cantidad de obras: los ponía al tanto de
las últimas novedades editoriales y les regalaba libros en los cumpleaños y
para Navidad. Como bien destaca González Varela:
"En
esta época, Nietzsche desarrolla un hábito malsano del cual no podrá
desprenderse jamás: escribe sin citar fuentes o sin entrecomillado, llegando al
borde del plagio".
Hacia
1860 funda Germania, una asociación cultural donde se junta con sus amigos a
leer y escribir. En las reuniones se obligaba a sus miembros a presentar cada
mes un trabajo literario (poema, ensayo o composición musical), se recomendaban
libros y revistas, y cada uno criticaba los trabajos del otro. Años después,
luego de ser designado profesor de filología en Basilea (1869-1879), lee entre
cinco y siete horas por día, más que nada textos filológicos.
Muchos
de sus admiradores, aún hoy, tienden a considerar a Nietzsche una suerte de
inspirado genio solitario. El Genius se opone al Doctus, como figura patética
generada por la burguesía.
Lo
digo redondamente: no hay que darle tanta pelota a la construcción que
Nietzsche hace de sí mismo en varios pasajes de su obra. Si algo hizo a lo
largo de su vida fue leer, escribir y comentar textos ajenos. Y algo más que es
necesario destacar: hoy en día hay documentos que nos muestran de modo bastante
detallado incluso la "biblioteca personal" y las lecturas que hizo
Nietzsche. Sin embargo:
"El
catecismo nietzscheano se mantuvo intacto hasta nuestros días: cuales quiera de
los libros sobre Nietzsche, ya interpretativos, ya biográficos, jamás ha
consultado las fuentes originales de su pensamiento, y mucho menos rastreado
las marcas y huellas en su propio Nachlass o en los libros de su biblioteca
personal. Se suceden así elipsis posmodernas e inferencias posestructuralistas
que llegan al ridículo, como concluir que cuando menciona el término Dialektik
discutía con Hegel (Deleuze), cuando lo leyó poco o nada (a excepción de su
Voerlesungen über die Philosophie der Geschichte) y su objetivo central era
elnaciente socialismo y anarquismo; o que estaba profundamente influido por
Spinoza (cuando lo conoció a través de manuales de segunda mano o de la opinión
de Goethe: jamás lo leyó directamente). Se encuentran parentescos con filósofos
prestigiosos en el Olimpo académico y se obliteran las verdaderas influencias
en el pensamiento de Nietzsche y de los pensadores y escritores que realmente
leyó y estudió con profundidad".
Eso
es todo por hoy. ¡Sean felices!
Nota:
(1)
Esta y otras citas son tomadas del excelente libro de Nicolás González Varela,
Nietzsche contra la democracia.
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